martes, 11 de junio de 2024

Cien mil rieles bajo la herrumbre

Cien mil rieles bajo la herrumbre

Mil horas en tren  


Cien mil rieles mordidos por la noche  

lo que quedó  

del mapa de tu nombre.  

Cien mil rieles.  


Ahora que el silbato  

se ahoga en su propio eco,  

han pasado más lunas  

que vagones vacíos,  

que estaciones quemadas,  

que huellas en el carbón.  


Cien mil rieles hacia el mar muerto  

sin saliva ni cigarrillos de menta.  

Cien mil rieles,  

retorciéndose en la curva del regreso.  


Cien mil rieles,  

ni un polvo de estrellas en el equipaje.  

Cien mil rieles,  

la locomotora escupe tu retrato.  


Resuciten los durmientes,  

los tornillos que olvidaron su oficio.  

El paisaje repite su úlcera:  

árboles calvos, postes sangrando óxido.  

La sombra del revisor dibuja un haikú  

en mi boleto sin destino.  


Cien mil rieles,  

cien mil grietas en el espejo del tiempo.  

¿Cuándo romperá el tren su jaula de números?  

¿Cuándo será mi cuerpo  

solo un equipaje perdido  

en el andén que devora los relojes?  


¿Será cuando la máquina  

—loca de tanto tragar kilómetros—  

vomite el último secreto:  

que la estación final  

era el hueco de tu mano  

donde el universo aprendió a latir  

al revés? 

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