Adiós al cabello, antaño tan bello,
Cubriendo mi cráneo, orgulloso de ello.
La gorra expresa por él mi desvelo,
Su campo arrasado justifica mi duelo.
Porciones del cráneo que, antes peludos,
Ahora develan cuero cabelludo.
Mas la realidad, implacable y dura,
Mostrando mi calva, sin piedad alguna.
Recuerdo los días en que mi estatura
Alcanzaba el millón setecientos cincuenta mil micrones.
Hoy, la gravedad, con sus crueles acciones,
A un millón seiscientos noventa mil achicó mi altura.
Los tacos que tan alto me hacían a una tierna edad
Ya no están y la vida me encoge sin piedad
Estoy envejeciendo, me están llamando abuelo
volviéndome petiso, más cerca ya del suelo.
Oigo menos, cada día más sordo me vuelvo,
Debo acercar las cosas para poder entender.
Y cuando intento leer, debo alejar y extender,
Pues mis ojos ya no enfocan como antaño lo hicieron.
Lectura genital, así le llamo sin exceso,
Pues debo bajar la mirada hasta la altura de mi sexo
Para leer las letras, antes fáciles de ver.
Los bifocales ahora forman parte de mi ser.
Gota, colesterol, presión alta y diabetes,
Personajes secundarios que sin invitarlos se meten
Reumatismo, artrosis, hombros caídos, todo avisa
Que la salud se va inclinando como una torre de Pisa.
Detrás de ellos, la muerte se esconde, acechante,
Nos recuerda que no es eterna la vida tremolante
Pero aun así, luchamos por seguir viviendo,
Como la torre de Pisa seguiremos resistiendo.
Dejar la belleza de la vida, con pena en el corazón,
Pero también decimos adiós a sufrimiento y dolor
La muerte, nos libra de angustias y rencor,
De placer, del amor, del esfuerzo y de la frustración.
Pero hasta entonces, batallaremos, sin darnos por vencidos,
Nadie murió en la víspera, no todo está perdido...
Envejecer es un privilegio de parte de la humanidad
de haber sido semilla, planta, flor, fruto y oportunidad...
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